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Muertos vivientes, otra vez segundas partes

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Muertos vivientes

Más allá del antecedente clásico en la película de George A. Romero, las cintas de Zombis tiene una prosapia larga en el cine, parece increíble el interés que tienen las jóvenes generaciones por el tema en la modalidad que parece deriva del videoclip de Michael Jackson Thriller (John Landis, 1983) se identificaba la calidad de zombi con la cotidianidad de cualquier persona (en la imagen y en la letra de la canción), ahora parece que identifica la juventud a la ciudadanía globalizándose que poco o nada puede hacer por los cambios del mundo salvo deambular, al menos es una forma racional de entender el éxito de la serie Muertos vivientes de Frank Darabont, que está en el aire desde 2010)

En la primer temporada pasada apenas por la televisión abierta de la ciudad de México, por el canal 5 capitalino, no encuentro algo excepcional o novedoso  que justifique abiertamente la audiencia excepcional que se dice tienen salvo quizá la aportación del Gore y el exceso de sangre que le coloca en los límites de la categoría estética de lo grotesco (¿será que en eso encuentran semejanza con la actualidad los jóvenes?). Lo que sí es notorio es que resulta una especie de resumen de los tratamientos que la literatura fantástica y de ciencia-ficción han dado al tema.

Comenzando porque desde sus escenas iniciales la serie calca los comienzos de El día de los trífidos(Steve Sekely y Freddie Francis, 1962 y Patrick Harbison y John Wyndham, tv, 2009): el protagonista despierta en un hospital donde va descubriendo que el mundo ya no es como lo conocía, que está cambiado y la diferencia principal es que el personaje no está vendado de los ojos sino en descanso recuperatorio por una herida de bala; de inmediato el resto de los programas siguen el derrotero dramático de la novela de John Wyndham (1951) y van juntándose los sobrevivientes para encarnar diferentes formas de dominio y convivencia en busca de sobrevivir, en este caso no son ciegos contra plantas que caminan y matan (los trífidos), sino muertos cuyo cerebro funciona en su nivel  retiniano y buscan comer a otros que no sean cadáveres, y que inexplicablemente sufren el fenómeno.

La calidad de zombi se obtiene, tradicionalmente, mediante la intervención de un ritual vudú en el que se revive un cadáver para hacerlo esclavo del que lo revive, el caso más conocido es el de la influencia del barón Samedi en Nueva Orleans o en Haití, que ha sido tema de películas como Zombi (Víctor Halpein, 1932) o en Vivir y dejar morir (Guy Hamilton, 1973), pero en todo caso resultan seres asociados a la magia negra y nada tiene que ver con el canibalismo.

Esta modalidad vino con La noche de los muertos vivientes, del filipino Romero (1968), donde el paso de un cometa provoca que revivan los cadáveres y traten de devorar a los vivos (que se convierten en muertos caníbales a su vez), recurso original en Romero pero también bajo la influencia de Wyndham y repetido casi hasta el hastío por cintas de bajo presupuesto en todo el mundo, pero también en obras de excepción como la de Ocho días de Terror, (1986), de Stephen King, donde los que cobran vida son los vehículos que se vengan del mal uso humano.

El juego temático tiene otras barajas, porque a pesar de la obvia estructura extraída de los trífidos la creación de una humanidad zombi también se plantea como fruto de la  irresponsabilidad científica (el episodio final de la primera temporada sugiere que por ahí va la cosa, más o menos en copia de Soy Leyenda), pero se confirma en su familiaridad con el juego de video y convertida en la cinta El huésped maldito (resident evil) de Paul W. S. Anderson, donde se conserva la transformación por un experimento médico fallido, solo que aquí el asunto es la construcción de una heroína que pasa al cine (con Mila Jovovich) con el carácter exacto del juego: inmortal o fácil de revivir, lo que no es el caso, hasta ahora, de Muertos vivientes.

Salvo los nerds fílmicos es difícil que la generación actual tenga conciencia de la gran cantidad  de películas que han tratado el tema de los zombis, así que también es difícil que establezcan la relación entre magia y racionalidad que implica el tema, que relaciona absurdamente magia y ciencia-ficción para encontrar un parecido entre los zombis y el ser humano actual o posmoderno, pero es fuertemente significativo como una reacción mental a la condición humana considerada como un rechazo de la racionalidad: las posibilidades de que la serie vaya más lejos son remotas, se podría explicar su éxito por el momento a partir de que en adelante agregue Gore a su trama y cada vez más sangre y vísceras, tiende a ser rápidamente una programa aburrido hasta para los jóvenes aficionados.

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